Song | Retrato |
Artist | Alberto Cortez |
Album | En Un Rincon Del Alma |
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla | |
y un huerto claro donde madura el limonero | |
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla | |
mi historia, algunos casos que recordar no quiero | |
Ni un seductor Mañara ni un Bradomin he sido | |
- ya conocéis mi torpe aliño indumentario | |
mas recibí la flecha que me asignó Cupido | |
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario | |
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina | |
pero mi verso brota de manantial sereno | |
y más que un hombre al uso que sabe su doctrina | |
soy en el buen sentido de la palabra, bueno | |
Desdeño las romanzas de los tenores huecos | |
y el coro de los grillos que cantan a la luna | |
A distinguir me paro las voces de los ecos | |
y escucho solamente, entre las voces, una | |
Converso con el hombre que siempre va conmigo | |
- quién habla solo, espera hablar a Dios un Día | |
mi soliloquio es plática con este buen amigo | |
que me enseñó el secreto de la filantropía | |
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito | |
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago | |
el traje que me cubre y la mansión que habito | |
el pan que me alimenta y el lecho donde yago | |
Y cuando llegue el día del último viaje | |
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar | |
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje | |
casi desnudo, como los hijos de la mar. |
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla | |
y un huerto claro donde madura el limonero | |
mi juventud, veinte a os en tierras de Castilla | |
mi historia, algunos casos que recordar no quiero | |
Ni un seductor Ma ara ni un Bradomin he sido | |
ya conocé is mi torpe ali o indumentario | |
mas recibí la flecha que me asignó Cupido | |
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario | |
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina | |
pero mi verso brota de manantial sereno | |
y má s que un hombre al uso que sabe su doctrina | |
soy en el buen sentido de la palabra, bueno | |
Desde o las romanzas de los tenores huecos | |
y el coro de los grillos que cantan a la luna | |
A distinguir me paro las voces de los ecos | |
y escucho solamente, entre las voces, una | |
Converso con el hombre que siempre va conmigo | |
quié n habla solo, espera hablar a Dios un Dí a | |
mi soliloquio es plá tica con este buen amigo | |
que me enseó el secreto de la filantropí a | |
Y al cabo, nada os debo debé isme cuanto he escrito | |
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago | |
el traje que me cubre y la mansió n que habito | |
el pan que me alimenta y el lecho donde yago | |
Y cuando llegue el dí a del ú ltimo viaje | |
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar | |
me encontraré is a bordo, ligero de equipaje | |
casi desnudo, como los hijos de la mar. |